Carme – Sant Quintí de Mediona
Me despierto a las 2:30 h. de la madrugada con las linternas y las voces de 3 hombres jóvenes que suben las escaleras hasta la planta baja donde estoy durmiendo. Se dan cuenta de mi presencia y bajan la voz respetuosamente al tiempo que suben al piso de arriba. No tengo nada de miedo pero al rato sueño con unos chicos locos que se meten en un local donde viven unos y con gran violencia les clavan clavos en la cabeza con unos bates de beisbol. Me despierto definitivamente antes de amanecer, con algo de frío y notando la dureza del suelo pero la sensación final al levantarme es placentera.
Como veo un poco deshinchada la rueda, sustituyo el neumático por el último que me queda. Tras hacer fotos de la casa y desayunar voy a Carme siguiendo el camino del bosque por el que iba ayer. Me ha gustado tanto este espacio y su enclave que quiero ver si fuera posible quedarme en él. En el ayuntamiento de Carme me dicen que la casa pertenece a la iglesia así que llamo al cura del que me dan su teléfono. Él me pasa con otro cura que será el que en breve se encargue de la parroquia y, en cualquier caso me informa de que el responsable de la casa es el obispo y que él es únicamente un administrador. Me habla de dinero y yo le hablo de un proyecto colaborativo iglesia-pueblo-yo, que no tengo claro.
Cuando voy a salir de Carme, compruebo que tengo la rueda completamente deshinchada. Intentar inflarla es toda una aventura, la bomba no va bien. Estoy agobiado. Tras comer en una plaza, ya con fuerzas repuestas, reparo la rueda con un parche. No estoy muy convencido del arreglo pero tiro adelante hacia Vilanova d’Espoia por carretera. A medio camino se vuelve a deshinchar la rueda y tengo que parar varias veces en el camino a hincharla. Decido tomar un desvío a Capellades creyendo que tendré allí posibilidades de arreglarla. Llego a Capellades después de andar un kilómetro y medio, ya cansado de hacer continuas paradas. No hay ninguna tienda de bicis. Varias personas me informan de que había un hombre que reparaba bicis pero que se ha jubilado. Pido ayuda a un ciclista y paso por un taller mecánico, pero nada, sólo consigo comprar parches en una ferretería. Intento reparar la rueda en un lavabo público, haciendo trabajos de ingeniería para mantener agua en el lavabo y así poder detectar el pinchazo. Pero entonces veo que está pinchada en un montón de sitios por todo lo largo. Estoy muy cansado. Llamo a un amigo en un intento desconsolado de que venga a rescatarme pero no me contesta. En un último intento, voy al otro taller mecánico del pueblo, explico mi problema y ¡bien! resulta que uno de los trabajadores hace competiciones con la bici y se ofrece a acercarse a su casa a por una cámara. Él mismo, comprobando la cubierta me detecta una chincheta clavada que ha sido la causa de todo el problema. Por la razón que fuera yo no la había visto. Me siento superagradecido aunque estoy hecho polvo.
Son las seis y pico de la tarde. Llevo todo el día con la rueda así, sin prácticamente avanzar. Voy viendo que es necesario lo que me pasa para no ir tan rápido, para parar, para reflexionar sobre lo que quiero ya que estaba obsesionado con la idea de quedarme en la casa de la iglesia, un proyecto fuera de mis posibilidades. De Capellades, ya con la bici a punto aunque con cuidado, ya que según cómo el transportín me roza en la rueda de atrás, voy a l’Espoia y paso por Sant Pere Sacarrera, ya en el Penedés. Una hora más tarde llego por un camino a Sant Quintí de Mediona. Pienso ya en parar, así que compro algo para cenar y desayunar mañana y me dirijo a Les Deus, un bonito rincón de naturaleza convertido en área recreativa y de aventura donde un torrente forma unas fuentes entre formaciones rocosas espectaculares. Aunque es un lugar que podría estar muy frecuentado no hay nadie absolutamente así que considero que el sitio es perfecto para quedarme. Son las 22:10 h. y voy a dormirme enseguida.